Desquebrajado se hallaba el vaso que desde una vieja
mesa calló, cual si fuera solo unas partes pequeñas de algo que un día existió-
sus partes de alguna forma recordaban la historia aquella que alguien un día
escribió, la bella y la bestia, creo así se llamó- los rastros del golpe aun en
el suelo se hallaban, parecían las huellas de una lluvia que el rastro de un
viaje borró.
¿Cuál sería el destino, qué de aquel viaje testigo fue?
¿En qué lugar estarían las nubes? ¿Hacia dónde soplara el viento? Tantas preguntas
- sería que alguien ya las formuló – ¿A dónde apunta la brújula?, será que
hasta el norte se desorientó.
Se habían perdido las azucenas por pocos destellos de
luz, aquella ventana habían cerrado sin notar que de afuera no nacía la luz,
que las flores querían de aroma algo más de lo común, que fuese poco notado y
que no atrajera a la multitud, para fundirse en los amores de quienes la
belleza estuviesen dispuestos a ver, y que en sus manos no llevasen las tijeras
que cortan sin piedad la esencia del clavel, cuyas flores solitarias esperan
poder resistir, a la tentación de aquellas manos cuyos roses son de vivir.
-John
J. Lemus-
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