Un
beso lo había iniciado, afuera la lluvia y el frío hacían de las suyas, dentro
dos almas se desnudaban, una a una las prendas comenzaban a estorbar, la
respiración se aceleraba y las manos pasaban a volverse inquietas, las
conversaciones se detenían.
Uno
a uno iba conociendo los huequitos en tu piel, las sonrisas, los apretones de
labios, las caricias fuertes mantenían nuestra piel encendida. El placer regaba
las cobijas y los besos no dejaban pedazos de piel sin recorrerles. El tiempo
se pausaba, las miradas sólo pedían más y el corazón no paraba de latir
acelerado.
-John
J. Lemus-