Mírame,
refléjate en mis ojos y déjame dibujarte, déjame ser el arte vivo de tu piel danzante,
déjame ser el viento que al deslizarse en tu cabello describe cuan bellas
curvas tan perfectas y preciosas como el brillo del mismo sol, ese sol que durante
el día se asombra, y en la noche desea presuroso terminar su recorrido y volver
a encontrarte.
Mírame,
permíteme pintar en tu piel con los hilos de la mía, permíteme usar tus ojos
como la luz de mi vida, encuéntrame, encuéntrame en las pinturas de tus labios
bellos, de tu calor implacable, de tu sonrisa inimaginable, de tu aroma, ese
aroma que sin pensarlo me lleva a las montañas y me convierte en más que tuyo.
Mírame
y permíteme olvidarme de que existen los segundos, los minutos y las horas. Mírame,
y permite conocer la vida y olvidar que existe muerte, o mátame. Mátame entre
tus labios o entre tu piel hermosa o cántame. Cántame las canciones que las
aves silban y las montañas aplauden. Vuélvete mi Picasso, mi Beethoven, mi Mozart,
ándate en mis pasillos y desnuda mis puertas, que aunque viejas siempre suenan,
y aunque descoloridas aún saben brillar.
Ándate
en mis jardines que su aroma aún se siente y llégate a mi hoguera, que aun con
fuego se enciende, y fúndete, fúndete entre mis pupilas y mi luz. Seamos arte,
que la pintura esta lista, la escena se ha dado y la piel, aunque distante, con
el viento se ha encontrado.
-John
J. Lemus-