domingo, 3 de septiembre de 2017

CUÁNDO EL ROCÍO CAE…


Una densa nube comenzaba a llenar el lugar, parecía no tenía mucho tiempo antes de que la lluvia comenzara a dibujar sus líneas en mi cuaderno, la historia de nuevo parecía repetirse, mientras un pequeño pensamiento hizo de las suyas en mi mente.

Allí estaba, sentado en aquella estrecha banca de parque, mientras uno a uno se iban alejando todos, justo en frente de mis ojos, pensé debía marcharme, iba a llover, ¿Qué podía traer la lluvia consigo? – Me pregunté- no había manera de averiguarlo más que quedándome y andando con ella.

Las primeras gotas se asomaban y la tranquilidad comenzaba a adueñarse de mí, cada gota que sobre mi piel se deslizaba dejaba esa sensación de parecer que era más liviano y, de que allí, aunque frio y húmedo, estaba acompañado de más que sólo agua.

En el suelo se comenzaban a dibujar pequeñas siluetas, me recordaban a los niños y niñas que en el kínder se les enseña a pintar - resulta increíble que esas líneas puedan animar de tal manera a los adultos -. Extendí la mano hasta alcanzar mi bolsillo y saque un pequeño pañuelo, quizás evitara un poco mojar el cuaderno que llevaba conmigo, de repente, no me preocupaba mucho, había pasado horas sin lograr escribir mucho y, ahora bajo la lluvia, sentía que necesitaría más que un cuaderno para escribir todas las historias que me iba contando cada una de esas gotas que sobre mí se posaban.
Allí estaba, de alguna forma sólo importaba ese instante, comprendí porque resulta tan romántico el hecho de desear un beso o un abrazo bajo la lluvia, es un instante único, simplemente estas allí, la lluvia se vuelve tu compañía y te habla de aquello que otros muchas veces prefieren callar, te hace ver la magia de la vida mientras vives el momento bajo ella, mientras te fundes en el mundo, su calor y su magia.

El tiempo parecía haberse detenido en una esquina frente a mí, observe las delicadas terminaciones de un edificio que a lo lejos se dejaba ver entre la neblina que acompañaba el rocío, de repente, estaba cómo en casa, en aquel lugar, lleno de ruidos de animales que felices disfrutaban un día más, lleno de aire puro y un brillo incesante, lleno de ese característico calor de hogar, que en un campo no muy lejano había dejado de frecuentar.

Comencé a dirigirme a casa, tenía muchas cosas por decir, ya había encontrado cosas de que escribir, no sólo de mí, también del señor de los tintos que bajo una sombrilla seguía entre la lluvia brindando la oportunidad de dar calor a aquellos que pasaran por el lugar; del taxista, que esperaba ansioso un nuevo pasajero para sostener una larga y productiva charla; de los chicos, que en un pequeño descuido correteaban fuera de casa pisoteando entre los charcos formados con la intensa lluvia; de los animales callejeros, que mientras caminaba solitario entre los callejones se aseguraban de que no corriera peligro; de la vida, esa vida que va más allá de mis propios acontecimientos…



-John J. Lemus-

sábado, 2 de septiembre de 2017

HOY PREFIERO




Hoy prefiero darte el cielo, aunque solo pidas la luna,
hoy prefiero darte mis pies, aunque sólo hayas pedido unos dedos,
hoy prefiero dejarte libre, aunque hayas querido andar cerca.
Hoy prefiero salir al tope, aunque la carreta sea pequeña.

Hoy prefiero llevarte a cuestas aunque desconozca mi resistencia,
prefiero vivirte así, completa, aunque en mi sólo habiten tormentas.
Quizás desconozca el momento en que sea tiempo amanezca,
pero mi elección ahora es cruzar contigo cada vez que te apetezca,
abrazarte el alma debajo de los relámpagos, que sepan que una estrella puede ser también un polo a tierra.

Hoy mi cara amiga, quiero vivirte aunque no parezca,
Que quieras dejarme oír el sonido de aquellas trompetas,
Que el ruido del mundo ha callado, mucho antes de que amanezca,
Que salga el sol o se ponga la luna, quien sabe, pero cual sea que me deje dibujar tu silueta.

Hoy prefiero dejar el calzado, para recorrer tus arenas,
Sentir en mis pies el cosquilleo de aquellas notas serenas,
Que se escuchan a lo lejos cuando nuestras pieles se acercan,
Mientras caminamos a lo largo de aquel muelle en madera.

¡Oh majestuosas huellas! A donde la semilla ha brotado,
Donde ha quedado nuestra flor que nadie la ha cortado,
Hoy prefiero regarle y dejar de preferir,
Mientras sentado a tu lado te observo sonreír,
y quizás, sólo quizás, elijas dejarme seguir allí.

-John J. Lemus-


SÍ LO LEEN...

Este fragmento quizás sólo hable de ti. Y no sé si alguien más le quiera leer, pero si lo hacen es importante que también lo sepan. Qu...